Pequeños durmientes se van asomando lentamente con cada bostezo a la cruda Aurora, estiran sus brazos desmesurados, y en sus lagañas que petrifican la visión, colapsa la eternidad de los adormecidos horizontalmente. Se transforman en un pestañar, en un momento, en segundos que serán horas, quizás años, tal vez siglos. Costras amarillas que fueron ovejas o libido reprimida. Los durmientes de colchones hundidos por la mitad, de suelo incomodo, de posición fetal o “boca arriba” que los vuelve frágiles y dispuestos a cualquier cosa. Durmientes pequeños, que no saben lo que es la vida o durmientes ancianos que están cansados de lo que fueron (o de lo que no serán jamás), por eso sueñan, es que allí se encuentran su verdadero mundo, estacionándose en lo que se entiende como “nada” (pero que para ellos es mas que eso, es todo). Durmientes que no necesitan almohadas porque sus telas no construyen totalidad, más bien edifican propiedad privada, que ladrillo por ladrillo eleva su historia; su reposera de hoy, quizás no sea la de mañana, porque el mañana es incierto, el mas incierto de todos, porque su casa es la inseguridad de un político que quiere ser re-electo, su casa es visitada por parejas que se toman de la mano, y miran atónitos con ojos virulentos (mientras el caballero aprieta con fuerza la mano de alguna doncella al pasar por la morada de los durmientes). Su casa está bañada de un olor nauseabundo, pestilente, imperceptible para sus habitantes ¿Qué es ese olor? Es lo que para los durmientes, es el mundo. Es la construcción más real. Es la vida misma que no alimenta y discrimina, que golpea como boxeador frente a la guardia baja de los durmientes, que dejan flotando la toalla en el aire (suspendida) porque no quieren dejarla caer, y comprenden, que ya ha sido lanzada.
Aquí encontrarán un derroche de textos, que perdidos por el eter, colapsaron en una página de la web ¡¡Vaya eter!! Parece que se sumó a la informática.
Bienvenidos
No soy el músculo, que segundo a segundo, mueve una barra pesadisima para dar un golpe mas violento. No soy el bailarín que con movimientos sutiles, seduce a las muchachas en alguna pista de baile. No soy un mesias, no soy un empresario acorbatado, ni un dictador asesino. Tampoco sé si soy. Solo sé que escribo.
Este soy yo

- Ernesto Dominguez
- Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
- De buen porte y correcto. ¡Cuando no digo nada, digo mucho, y cuando digo mucho... digo mucho.
23 ago 2009
Pequeños duermientes
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