Bienvenidos

No soy el músculo, que segundo a segundo, mueve una barra pesadisima para dar un golpe mas violento. No soy el bailarín que con movimientos sutiles, seduce a las muchachas en alguna pista de baile. No soy un mesias, no soy un empresario acorbatado, ni un dictador asesino. Tampoco sé si soy. Solo sé que escribo.

Este soy yo

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Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
De buen porte y correcto. ¡Cuando no digo nada, digo mucho, y cuando digo mucho... digo mucho.

1 mar 2006

Un tal señor Ñ

Un señor al que llamaremos “Ñ” (ya que la “Z” tiene un uso abusivo) paseaba por la estación de primera junta, miraba algunos libros que le interesaban y los que no también. En una de sus revisiones minuciosas, notó que el portero del departamento de enfrente lo señalaba, al grito de “ese joven está maldito”. El señor Ñ no tenía buena audición y creyó escuchar “ese hombre ´ta malito”. En su pensamiento fugaz también supuso que lo confundían con el ex gobernador de la provincia de Tucumán (el cafetero) por su, casi, similar apariencia física. El portero repitió varias veces la feroz frase. Una señora que venia de hacer las compras, miró al señor Ñ y soltó rápidamente todo lo que tenía en las manos. Inclusive la billetera. Tomó su cara con asombro, sostuvo su dentadura y empezó a correr. Abandonando todo. Un joven que pasaba por allí, no perdió de vista las monedas que rodaban por el asfalto. El señor Ñ estaba estupefacto desde la otra vereda, apretaba con fuerza el libro que tenia en la mano (de Bucay o de una autora española). El hombre del local, se acercaba por su espalda, y con un simple movimiento le arrebató el libro y le dijo <>. El dueño del local se fue reprochando, anunciando la quema de los libros que había tocado el señor Ñ. Sin comprender bien la situación, comenzó a caminar hacía el lado de flores. Se tocaba la cara, los brazos, las piernas, los testículos. No había nada irregular. O por lo menos, no lo notaba. Al llegar a la calle Púan una mujer de minifaldas, cortas muy cortas, que forzaba alargar la prenda, con botas que le llegaban a las rodillas. (una puta) le pide fuego. El señor Ñ no fumaba pero curiosamente encontró un encendedor en su bolsillo.
-aquí tiene señorita
-Se puede saber que estas haciendo por acá
-solo camino
-ya no puedes caminar por la calle a éstas horas, hay demasiada luz. No te parece.
-(el señor Ñ sonrió, se acordaba de Drácula y de Leslie Nielsen) el día es hermoso, no hay nubes, hace calor. Y con el mayor de los respetos, ya soy bastante grande para saber lo que puedo, y no puedo hacer.
-esta bien. No te lo dije para que te pongas así. (El señor Ñ sonrojo porque la mujer le clavaba la mirada, mientras el humo del tabaco acariciaba su piel) Sólo lo decía porque hay gente muy malvada por estos lugares.
-gente malvada (que sinónimo, hijos de puta pensaba el señor Ñ)
-aunque no me creas, hay gente que no tiene corazón. Yo en cambio, lo tengo, pero simulo no tenerlo. La mujer le dio la espalda y empezó a caminar. Se iba. Dejando al señor Ñ con la mano sin soltar el encendedor sobre el bolsillo. Quieto. Después de algunos segundos reaccionó, soltó el encendedor y siguió su camino. Que tampoco sabía cual era. Hizo algunos metros, mojo sus labio, y prosiguió. Una dama que paseaba el perro bajó su mirada al verlo pasar, y el señor Ñ estaba seguro que no tenía la culpa del ahorcamiento del perro (la utilización de la palabra “animal” hubiera sido confusa). A tan sólo cien metros más. Una dama, así debe llamárselas, esperaba el colectivo. El señor Ñ estaba atento a la reacción. Y a los pechos grandes de la señorita. La dama lo observó, flexionó su codo, puso la mano contra su pecho y se dio vuelta. Una escena dantesca si no se encontraba la cartera debajo del brazo de la mujer. El señor Ñ siguió caminando, no volvió a fijarse en las respuestas de los demás. Y se fue pensando cual era la atrocidad que veían en su rostro. Su madre siempre le dijo que era el más bello de sus hermanos.
-Quizás (pensaba) tengo una deformidad que no lo he notado nunca. Puede llegar a ser que mi madre me dijera eso, porque sabía lo fuerte que sería darme cuenta por mis propios medios. Lo quiso alivianar pero me parece que se ha equivocado. Como puede ser que causé ese tipo de respuestas en las personas. El panadero del mi barrio, no me mira de esa manera. Aunque él me conoce desde muy chico. Seguro que ya se acostumbró a mi deformidad. Pero “ki-ka” la vecina de enfrente, vive hace cinco años y de vez en cuando me sonríe. Mejor me voy a casa y lo averiguó. El señor Ñ, se tomo el colectivo mas cercano y emprendió viaje. Cien mil fueron las ideas que pasaron por su cabeza. En una de ellas había una reencarnación en juego. En otra, una persona verde que desde su nave espacial, tiraba rayos gama hacía la panza de la madre. Cuando lo fecundaba. Bajó del colectivo, y pisar un charco de la llovizna lo hizo temer. Tenía miedo de lo que se iba a encontrar. Tal vez ya no era el Señor Ñ. Quizás se había convertido en algo monstruoso. Le costó abrir la cerradura de la puerta de su hogar. En tres posibilidades erradas cualquiera sería un temerario más. Una vez que logró entrar a su casa, se abalanzó sobre la puerta. Ya comenzaba a darle topetazos con el hombro mientras giraba la llave. La puerta crujía y se balanceaba, pero el señor Ñ necesitaba una respuesta. Corrió. Paso rápidamente por el living. Llego al baño y se miro en el espejo. Comenzó a respirar fuertemente, hacía mucho que el señor Ñ no hacía ninguna clase de deporte. Empañaba el vidrio una y otra vez. Y la piletilla era el mejor apoyo que tenía. En ningún momento sacó la vista, de su vista. Esbozo una pequeña sonrisa. Y dijo: -ah, cierto. Soy negro.
Se aclara que está redacción es en contra de la discriminación, usando en todo momento el sarcasmo debido a las relaciones sociales actuales.