Bienvenidos

No soy el músculo, que segundo a segundo, mueve una barra pesadisima para dar un golpe mas violento. No soy el bailarín que con movimientos sutiles, seduce a las muchachas en alguna pista de baile. No soy un mesias, no soy un empresario acorbatado, ni un dictador asesino. Tampoco sé si soy. Solo sé que escribo.

Este soy yo

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Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
De buen porte y correcto. ¡Cuando no digo nada, digo mucho, y cuando digo mucho... digo mucho.

26 jul 2008

El paredón de Camilo

El joven camilo espera atado a un árbol, furioso por soltarse, enfrente un gigantesco paredón. Alrededor había muchos pastizales, juncos, punzantes y Camilo asegura que vio una planta carnívora. Fue cuando el joven se dio cuanta que no estaba en tono si escapaba, sino que más bien, él estaba allí... esperando. Camilo se sentó. Cruzó sus piernas lentamente y las muñecas miraron el cielo reposadas en las rodillas. Fueron años. Camilo no entendía como seguía vivo. Púes no había comido ni bebido nada en años, pero él ahí se encontraba, estático como un piedra que no se eriza. Hasta que un día una voz se escuchó del otro lado del paredón.

Camilo escuchó la voz detrás de aquel paredón. Era la voz de alguna doncella queriendo cruzar. Fue allí, cuando sin meditarlo, un grito tembló la campanilla de Camilo. Él también quería cruzar. En un pestañar, dos paredones más lo comprimieron. Camilo fue tumbado al suelo, tan solo, por la fuerza de los vientos. Los pastizales se habían desintegrado, ahora el habitáculo era otro. Tres paredones, un árbol y Camilo encadenado. Otro grito se escuchó, pero está vez detrás del paredón que enfrentaba al joven, no se terminaba de descifrar exactamente lo que intentaba decir, sólo se notaba que la voz era muy dulce, tenue y de dolor apagado a la fuerza.

Camilo seguía gritando y del otro lado también lo hacían. Hasta que dos voces roncas silenciaron todos los sonidos. El suelo retumbaba, las paredes parecían que se inclinaban hacía el pequeño cuerpo del joven que temblaba su mentón que casi impactaba contra sus rodillas. Las voces eran muy fuertes y se hacían escuchar…

- Yo soy la moralidad (dijo la pared de la derecha)

- Estamos aquí para que comprendas que la vida es estructurada (dijo la otra pared)

- La vida esta hecha para vivirla, no soy capaz de aceptar de buenas a primeras tal carácter de autoridad. En mi vida el único rasgo de orden me lo doy yo. Ustedes son solo dos paredones y se han inclinado ante mí que estoy encadenado aquí abajo ¡Y no sé si lo advierten pero el paredón de enfrente se ha quedado estático y callado!

- No hace falta que el otro paredón te incremente terror, pequeño ser humano, porque yo soy la moralidad. Sus buenas costumbres, son mis buenas costumbres.

- Y yo soy sus ideas (dijo el paredón de la izquierda)

- ¡Tú no puedes ser sus ideas! Ese paredón debe tener ideas propias. Quizás puedas construirlas pero debe poder reformular y crear sus ideas y pensamientos.

- Pero no te olvides humano que yo soy su moral (la voz del paredón de la derecha era gris, portaba de unos agudos terroríficos, de una movilidad de baldosas intermedias que estrepita-van al más audaz). Y es fácil que reaccione como yo deseo, pues mis reglas son sociales, se encuentran por fuera del paredón pero internamente son muy fuertes y no hay fuerzas que se resistan porque ellos, son ellos, gracias a mí.

La mirada pesada del joven Camilo se perdió en un pequeño caracol que escapaba lentamente. Suspiró. El caracol incrementó su marcha. Camilo aflojó la musculatura de los brazos y relajo sus piernas. Los paredones se habían callado, solo se escuchaba un rose constante de ladrillos en el paredón de enfrente, parecía aterrorizado. Y por lo bajo, el suspiró de Camilo.

- He derribado a mil leones en combate. También a esos corpulentos bárbaros que nada les importa. Han suplicado por sus vidas. Pero hoy me han derrotado. Sólo tú puedes salvarme… juntos podremos contra la maldita moralidad y las falsas Ideas que acompañan. Reconstruyamos todo lo que nos rodea, hagámoslo verdadero, dejemos todo para renunciar a ser oprimidos. Mucho se han retorcido las sedas húmedas de las ciudades. Los seres están dejando de ser ellos para plantarse en la fila del rebaño ¡Habla maldita seas! Deja de templar. Libérame y tú serás libre.

- Yo soy tu otra mitad. La mitad alienada. (la voz era firme y dulce, su tonalidad encariñaba y al mismo tiempo ponía distancia) La que responde al contrato social. Soy tu temor, soy la fuerza que te falta, soy el lado que ocultas, que escondes, que entierras en el fondo de tú corazón para que nadie pueda apreciarlo. El sector débil. El rincón cobarde e influenciable, ése que envidia y ama lo material. Tú buscas algo prospero, y yo, prefiero no generar cambios. Tomar lo dado como verdadero, como verdad única e indiscutible, pero tú no estás dispuesto a cambiar. Dejé que me apreciaras por un año para que puedas darte cuenta que no hay forma de luchar contra un paredón, no es un humano, ustedes nos construyen y nosotros estabilizamos el dulce hogar, los comercios, todo. Porque tenemos una estructura fuerte y concisa. Lo siento…

En ese momento los paredones (moral e ideas) se fracturaron verticalmente, alcanzando la perfección triangular equilátera. Algunas piedras cayeron sobre el cuerpo de Camilo que yacía en el suelo con la cabeza gacha y sin fuerzas. Se acercaron y unieron sus puntas inferiores. Se inclinaron un poco más y formaron una cabaña amerindia. Las piedras seguían golpeando contra el cuerpo de Camilo pero él casi no lo sentía. El sonido en la unión, fue similar a una bomba caída del cielo.

Después fueron horas de silencio. Camilo cayó en un pesado sueño similar al desmayo. Cuando volvió a abrir los ojos, sintió un fuerte dolor en el pecho, miró sus piernas ensangrentadas y dijo por lo bajo: ¡Que esperas! Y todo seguía en silencio. El joven con una fuerza que no provenía de su cuerpo levantó la cabeza y miró en dirección a la pared de enfrente. Allí estaba. Como años atrás, temblorosa y en el mismo lugar.

Una explosión provino del suelo (el paredón de la derecha pareció moverse por sobre la cabeza de Camilo). La otra mitad del joven, la pared de enfrente, cubrió el aire con humo. Todo se volvió gris. Las retinas de Camilo lagrimaban. Y poco a poco, volvió a verse algo. Era el paredón de enfrente que había tomado una forma triangular perfecta, a primeras vistas. Las fuerzas que levantaban la cabeza de Camilo desaparecieron y el joven volvió a derrumbarse. El tembloroso paredón de enfrente comenzó a avanzar lentamente. Camilo cerró los ojos. Y el fatal estruendo piramidal que se esperaba, llegó. Camilo dio un salto por los aires pues la tierra se comprimió. Un joven tendido en el piso, encadenado, y en un total, y más oscuro silencio. Camilo abrió los ojos y vio aquella oscuridad, el aire estaba teñido de negro, y solo dijo: “Ya estaba muerto desde que ajustaron las cadenas”.