Bienvenidos

No soy el músculo, que segundo a segundo, mueve una barra pesadisima para dar un golpe mas violento. No soy el bailarín que con movimientos sutiles, seduce a las muchachas en alguna pista de baile. No soy un mesias, no soy un empresario acorbatado, ni un dictador asesino. Tampoco sé si soy. Solo sé que escribo.

Este soy yo

Mi foto
Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
De buen porte y correcto. ¡Cuando no digo nada, digo mucho, y cuando digo mucho... digo mucho.

2 jul 2006

La esquina de los mil rompimientos

Mi abuela alguna vez me lo advirtió. Al oeste de la capital federal de Buenos Aires (Argentina), hay un barrio muy pequeño, del cual, muy pocos conocen la leyenda de "la esquina de los mil rompimientos". Algunos conocedores del tema como el doctor en ciencias ocultas Augusto Przepiorka, analizan la leyenda y afirman que “ésta comenzó con el dueño de aquellas propiedades, a principios del mil ochocientos”. El señor Don Francisco Ramos Mexía, casado con Doña María Antonia Segurota. Don Francisco después cambiaria su apellido a Ramos Mejía, ya que según la costumbre de la época los apellidos con X eran conformados por judíos conversos. María Antonia Segurota recibió catorce hectáreas y Don Francisco las repartió entre sus trece descendientes. Este es un punto importante de la historia, según nos cuenta la doctora Irma Cohen: “En la biblioteca nacional de la republica se pueden encontrar textos privados de Don Francisco, en donde además del negociado visible de la época se puede advertir el hincapié de los trece hijos. En medio de la cruenta lucha entre Unitarios y Federales, en el año 1829 tras su derrota en Puente Marquez, el General Lavalle se dirige en retirada y acampa en la chacra de los Tapiales, huésped de la familia Ramos Mejía. Además, hay declaraciones fehacientes donde se afirma que la numeración no es casualidad alguna, sino una invocación al demonio con la propia sangre, en la descendencia misma. Esto también se puede observar, más adelante, en la educación que con la que se criaron estos niños. Más destacadamente en el caso de Hermógenes Ramos Mejia, considerado el responsable del primer cisma religioso del país. Después del enfrentamiento con el Padre Castañeda, fue confinado el casco de su chacra donde falleció, dejando a su esposa.” ¿Dónde estaba ubicada aquella chacra? Curiosamente, el acceso más rápido con la capital era la carretera conocida como “el camino Real” (Vendría a ser hoy día, Av. Rivadavia.). Algunos afirman que los Ramos Mejía hacían grandes travesías para no pasar por allí. Quizás por ese motivo en 1858 donan algunas tierras (cuatro manzanas) para que se construya el primer ferrocarril de la zona (así como edificios públicos) primeramente llamado “Paraje San Martín”. Pero sin querer alejarnos del tema, exactamente es por estos años donde comienza la leyenda. Dicen que don Francisco afligido por la muerte de Hermógenes, su décimo tercer hijo, decide instalarse en la chacra donde falleció. Muy viejo, con los huesos dolientes y principio de Poliomielitis, una noche manda a llamar a su esposa y la mata ferozmente con trece puñaladas. El hecho no sería difundido y las autoridades harían responsable a un indio de la zona. Así como también de la muerte de la viuda de Hermógenes trece días después del asesinato de Doña María Antonia Segurota. Don Gregorio, antes de su muerte, le sede algunas tierras a una de las estirpes de mayor rango de la época “la familia Martínez de Oz”. Augusto Przepiorka, nos dice: “Es uno de los casos más extraños de la historia Argentina, una mujer tan importante como lo era Doña María Antonia Segurota fallece y nadie se entera. A los pocos días, también asesinan a la nuera, de la misma manera y exactamente en el mismo lugar donde murió su esposo Hermógenes. Tres asesinatos encubiertos. Y un nuevo vecino, que casualmente es uno de los hombres más poderosos de la época. También es para tener en cuenta, la desaparición del cuerpo de Don Francisco. Algunos dicen que los indios se llevaron su cuerpo al desierto, otros dicen que sus propios hijos lo sepultaron en el lugar de sus asesinatos pero eso nunca se sabrá porque los indios serían asesinados y sus hijos nunca hablarían del tema”. Lo demás descendientes de Don Gregorio optaron por dejar aquella hectárea vacía (quizás para preservar su cuerpo) sin nadie que la habite, las tierras dejaron de ser fértiles rápidamente, la chacra se caía a pedazos, las carretas se desgastaban (el sol las corroía y la lluvia pudría su madera) pero se comenta que la última gota de sangre desapareció recién en 1900, poco menos de cuarenta años después de los asesinatos. También se comenta que amantes de los Martínez de Oz fallecieron en el mismo lugar, así como campesinas de la zona, pero eso nunca se pudo comprobar. Con el pasar del tiempo, ya sin marcas en la tierra, las muertes fueron desapareciendo. La creencia demoníaca de Don Francisco curiosamente se disgregó. Muy cerca del lugar se construyo una Iglesia y un colegio pupilo, allí se enseñaba polo, equitación, natación y danzas clásicas. Y un letrado en varios idiomas como el francés, latín e italiano. Con el pasar del tiempo también se enseñó Ingles y su nombre cambió, pasándose a llamar “WARD: Institución educativa de las iglesias evangélicas metodistas y de los discípulos de Cristo” (después de la segunda guerra mundial). Hoy en día, por el mismo lugar cruzan dos calles: Suiza y Fred Aden, el asfalto (colocado en 1916 y reformado por cada intendente que se postula) tiene tantas marcas como la piel de un leopardo, el caparazón de una tortuga nace desde el centro y las huellas cruzan, cortan y raspan. Cada automóvil que pasa por allí tiene que detener su marcha de tal modo que en algunos casos tienen que volver a prender el motor. La zona está vacía, algunas casas bajas la rodean, el colegio Ward luce sus campos deportivos, los pinos acarician el cielo y cosquillean las nubes, en la esquina se vislumbra la cúpula de una iglesia, y si se tiene buena visión a siete cuadras se puede ver otra iglesia (del otro lado del colegio). Y en medio de todo ello, las marcas en el suelo del señor Ramos Mejía. Cuenta la leyenda que desde mil novecientos, las parejas terminaban sus relaciones allí. Sabiendo del amor que tenían los Ramos Mejía hacía sus mujeres, sabiendo que en aquel lugar se derramo sangre por amor y la tierra consumió el penar, el sufrimiento, la ausencia, la soledad. Es así como montones de mujeres, llevaban a sus noviecitos hasta aquel lugar sólo para terminar de verlos, para abandonarlos. De ésta manera las mujeres le aseguraban a sus “pasados” hombres, la ausencia de ausencia, librándolos del recuerdo, de los buenos momentos vividos junto a ellas. Algunos dicen que esto es amor verdadero, otros prefieren sufrir para olvidar. La leyenda continua con la frase de un indígena, criado de los Ramos Mejía, y conocedor del tema “Un día escuche hablar al señor sobre “el lugar deseado”, le comentaba al señor Martínez de OZ que un ritual era necesario para que el suelo absorba las penas de los humanos pero que el hombre numero mil sería castigado con la pena de sus antepasados y el peor castigo que uno se pueda imaginar… el deseo chispeante y latente”. Como dije en un principio (quizás por eso tanto me importa ésta leyenda, quizás por ello he decidido publicarla, quizás por ello tantos conocedores están a mi alcance) mi abuela me lo advirtió.

5 jun 2006

El cofre de las ilusiones

Aquel día Pablo Matías Muaiño se levantó muy temprano para ir al trabajo. Acostumbrado a desayunar, por el camino se compró unas galletitas saladas. Sabía que en su escritorio lo esperaba el termo y el mate por calentar. Y seis horas de atención personalizada (telefónicamente). Pablo siempre hacía el mismo recorrido. No podía evitar pasar por Av. Scalabrini Ortiz y Córdoba, allí había una pequeña panadería que bañaba la vereda con su perfume. Una rejilla pegada al zócalo gastado, le hacía cerrar los ojos y levantar levemente la nariz. Aquella mañana después de pasar por la panadería, una mujer que veía ocasionalmente, lo llamó por teléfono para reclamar su presencia. Hacía como dos meses que no se veían. Después de haber compartido muchos buenos momentos juntos. Ese ocasionalmente, ya no era tal. Pablo Matías no estaba de humor aquella mañana porque al pasar por la panadería se dio cuenta que estaba en los primeros días del mes y no llevaba plata en su billetera, y como si esto fuera poco, al cerrar los ojos, una señora lo llevo por delante machucándole el dedo meñique. Muaiño no le hizo caso a la señorita del teléfono, prefirió cortar la comunicación y seguir caminando al compás del viento que golpeaba su cara sin despertar. A la hora del almuerzo, sus manos empezaron a transpirar. Bajó su cabeza y recordó. No era la bella sonrisa de la muchacha que avivaba en él su ternura retraída, tampoco eran los labios que tan dulcemente besaba en un tiempo de dos por cuatro, mucho menos eran los pómulos firmes, ni el pelo azabache y crepuscular, ni su seños pequeños, ni su piel con olor a miel. No era ella. Era el cofre.

A los dieciocho años de edad, un vendedor de una casa de antigüedades de la calle defensa, le vendió un cofre misterioso. De unos cuarenta centímetros de largo y veinte de ancho. Cubierto de un cuero derrochado de color marrón y algunas decoraciones en oro de plata que formaban imágenes perdidas de rosas sombrías. Cada pétalo se marcaba a la perfección y en el centro de cada rosa había un rubí precioso, rojo fuego. El baúl estaba escondido entre montones de arañas, cuadros, sombreros, facas y centros de mesa. El vendedor le afirmó que cada posible comprador primeramente tenía que conocer las consecuencias y responsabilidades de éste. Comentó que dentro de él, se guardaba el bulto de muchas almas en pena y que cada una de ellas representaba una ilusión. La más estricta de todas las almas que se sepultaban en el cofre era la de “Dorotea”. Una dama de los años treinta que fue abandonada por su esposo, un gangster que traficaba whisky para un alto funcionario de la época. Dorotea lo esperó muchos años sentada en el regazo de su lecho, mirando la ventana que daba al puerto. Alguna que otra vez, sospechó verlo bajar de un barco pero nunca golpearon su puerta y falleció de inanición en su habitación oscura y solitaría. Se dice que ella era la dueña del cofre y juró regresar cada vez que un amante se sienta sólo. Otras de las almas en pena era la de “Ruperto” un bailarín homosexual que frecuentaba un boliche de San Telmo. Se cuenta que un hombre golpeó su corazón a la mitad de “malevaje” pero después de aquella noche nunca más lo volvió a ver. Ruperto frecuentó el boliche por años, noche tras noche, petaca tras petaca, compás tras compás, línea tras línea, pero fue en vano, él nunca regreso. El dueño del local que le contaba estas historias a Pablo Matías Muaiño, se fue poniendo cada vez mas enérgico. Y afirmó:

  • "Te puedo vender el cofre a un preció que este a tu alcance, pero las responsabilidades a las que hice referencia desde un principio se deben a algo mucho mayor. Según la leyenda, la persona que sea propietaria del cofre debe abrirlo cuando sienta que es tiempo de compartir la vida con una persona. Sólo allí. Sus beneficios serán muchos, dinero, fama, poder, y sobre todo, amor verdadero. Se dice que esto está asegurado pero si el dueño se llega a equivocar de amor. Será tragado por el cofre y se convertirá también en un alma en pena, encerrada dentro de él, por siempre… A pesar de todo esto ¿se lo lleva o no siente que pueda ser capaz?"

Pablo llamo un remis y se llevo el cofre a su casa. Lo Acomodó en un rincón del departamento y lo abrió, para saber que era lo que podía pasar. En aquel momento, nada sucedió. Pablo guardo algunas fotos de su infancia, algunas baratijas y lo dejó abierto. Con el tiempo se olvido del cofre, pensó que la sugestión del vendedor era típica de un mercader con pocos compradores, dispuesto a inventar historias para pasar el tiempo. Pero desde el abandono mañanero de la muchacha que en algún momento lleno su corazón, Pablo se sintió diferente, extraño. Terminó sus horas de trabajo y regreso rápidamente a su casa. El cofre estaba abierto, y las fotos que había guardado allí, estaban llenas de sangre. Se dice que nadie volvió a verlo. Simplemente desapareció. Y según algunos conocedores del tema, el cofre sigue esperando en algún local de antigüedades del viejo barrio de San Telmo.

14 may 2006

Ya!! Espero

Sentado espero en un otoño que recién comienza. Enfrente una silla vacía. Su respaldo es tan tenue como tu mirada. Esa contemplación que me desvanece, triste como el mar en épocas de silencio y al mismo tiempo, apacible, soñador, esperanzado, completo, armonioso. Sospecho que no te sentaras, no te atreves. Sospecho que tus pies están cansados y tus alpargatas doradas tan añejas como la sombra de mis manos. Ya nada importa, sigo sentado. Veo el cielo por una ventana. Está nublado. Un pájaro pasa velozmente, no alcanzó a admirarlo pero lo imaginó, libre, nadando por las nubes sin destino alguno. Una rama de un árbol, un techo de tejas, la chimenea, la antena de un departamento, un pequeño descanso entre escalones infinitos. Y sus alas desplumadas de tanto andar. Eso no lo hace poco vistoso, al contrario, lo hace más bello porque es único en su raza. Y aún así puede volar. Pero ya dejó se ser mi luz, se esfumó. Desapareció como pueden desaparecer muchas cosas. La tristeza, la alegría, la esperanza. Digo bien la esperanza. Aquella que me acompañó cuando te dije la palabra misteriosa. A la que todos le temen. A la que muchos le agregan causas que ella no acusa. Pobre palabra. No estoy dispuesto a abandonarla. Muchos se alejan de ella pero yo la malcrío. Arropo su espalda con mantas sin usar. Las respuestas (primas de la misteriosa) ya no importan, tu boca, tus labios, tus mejillas, tus pupilas, ya me contestaron. Con silencio, quizás la respuesta mas noble que tuve. Te agradezco. La silla sigue inmóvil, yo también. Todavía sigo conociéndome. Mi pie se mueve sin sentido alguno, intento detenerlo pero es imposible ¿Qué tan relacionado estás con tú otro extremo? Allí también algo se mueve sin sentido pero su admiración es egoísta. Quisiera mostrarte, me encantaría, pero no puedo. Sólo afirmó que es como una doncella que baila sola en un salón de cortinas rosas. Y en cada compás dice la palabra misteriosa. Toca un vaso y lo dice, lo grita tan fuerte que hasta se atreve a romper la copa. Hay muchas mesas en el salón, con manteles desprendidos de las cortinas, que la rodean. Pero están vacías. Una araña cuelga y brilla. Su luz es perfecta, imperturbable. Ésta doncella no tiene pasado, ni futuro, es estática. Y bella. Tan bella que los amaneceres se inspiraron en ella. En alguna nube (una vez) vi sus mejillas. Pero la silla sigue inmóvil, todavía. Y el mozo dice que el lugar esta por cerrar y que tengo que dejarte, silla. Pero me voy tranquilo, en paz, porque hice un pacto contigo, silla. Gravé en tus maderas la palabra misteriosa, silla, y cuando ella se siente en ti, silla, sentirá lo mismo que yo, silla. Aunque sé que eso ya no me importará, silla. Porque estaré en otro bar esperando a otra persona.

23 abr 2006

La ironía del msn

Sin tapujos, hoy les contaré, breves enseñanzas posmodernas. No sugieren un conocimiento exacto de las cosas, pues cada ser humano crea su propia carretera: con pinos verdes (gigantes) a sus lados, o sendas con vacas que ni siquiera comen el pasto. “Gigantes pétalos vuelan en la pieza de Sandra (mi cuarto)” le tiró un zumbido a “Dorio es tan patriota como el que canta en Almafuerte”. Puedo afirmar, que alguien alguna vez me dijo que se estaban creando hombres de mil nombres, y yo no le creí. En fin…

  • “Gigantes pétalos vuelan en la pieza de Sandra (mi cuarto)” dice: Hola como se nota que estas agrandado, ya no saludas
  • “Dorio es tan patriota como el que canta en Almafuerte” dice: (Responde con un pacman que guiña el ojo)

Esto responde a la época arrabalera consecuentes del machismo y de la homosexualidad escondida. Donde una mujer era invitada a bailar previo al cabezazo del caballero. Algunas películas muestran a las señoritas bailando frente a los señores (la gran mayoría portaba bigotes) que esperan sentados tomando un Whisky o té congelado (depende del presupuesto del film y del actor). Pero siempre destacando las características del burlesqué. Y la buena presencia de la Madame.

  • “Dorio es tan patriota como el que canta en Almafuerte” dice: Estaba buscando algo en la heladera. Todo bien?
  • “Gigantes pétalos vuelan en la pieza de Sandra (mi cuarto)” dice: Si todo bien porque te fuiste tan temprano de la fiesta del pato?????
  • “Dorio es tan patriota como el que canta en Almafuerte” dice: Porque me dolía la cabeza

La excusa mas reconocida de las mujeres. Ya se presupone que su falsedad es evidente. Pero uno lo toma como real. Creyente. La ciudad tiene mucho smoke, sus bocinas y sus desperfectos motores pueden darle malestar a cualquiera. Creyente.

  • “Gigantes pétalos vuelan en la pieza de Sandra (mi cuarto)” dice: Te perdiste a “el gordo” pepe arruinado en el cuarto de luís
  • “Dorio es tan patriota como el que canta en Almafuerte” dice: (Responde con un pacman que llora)

El pacman era la cabeza de un muñeco de peluche (seguramente). Su paradero es desconocido. Al parecer, la última persona que pudo verlo “con vida” dijo que se había tomado una pastilla y curiosamente sus amigos se habían puesto azules. Se lo veía agresivo, corría a unos primos por los pasillos de la villa. Al grito de “veni que te transformo en una frutillita”.

  • “Gigantes pétalos vuelan en la pieza de Sandra (mi cuarto)” dice: Bueno, me voy a bañar vuelvo enseguida!!
  • “Dorio es tan patriota como el que canta en Almafuerte” dice: (Responde con un zumbido)

Aquí nos encontramos con lo más correspondiente de la charla. El zumbido y la ducha. Pues la higiene es algo indispensable en una persona ¡mira si algúna vez deciden dejar esas pantallas! La misma situación se repite días tras día. Con caras desconocidas o personificadas con un skater´s o un perro. Ambos se quedaron en sus pupitres, estáticos. Sucios y mal olientes. En fin, antes se acostumbraba cerrar las puertas en la cara pero hoy en día, es otra la amabilidad de la época.

14 abr 2006

Camino

Camino por las tierras de mi pueblo. Lejos está tu alma, tu fiel ternura de terciopelo, tu piel, tus senos, cada parte del cuerpo que deseo besar. Despacio, tranquilamente. Un cigarrillo se enciende, lento, muy lento, su llama prendé de a poco. La nicotina calma mis deseos, los engaña, y su tranquilidad me vuelve pensativo. ¿Dónde estarás belleza? ¿Quién besará tú clítoris ésta noche? Yo camino, todavía no sé donde me dirijo, pero seguro qué es lejos de tu piel. Lo necesito. Ciento ésta dulce condena, un lamentar por mis pesares del ayer. Muchos sueños vi caer, muchos proyectos, y mi paz sentada en el sillón de los domingos (de fútbol). Mi intención no era lastimar, solo amar, como hoy te amo a ti. Pero ahora prefiero escapar, salir de la penumbra de tus ojos. Que tan ciegos me dejan. Como un murciélago sin rumbo, trato de guiarme por mis sentidos, pero la tarea es constante y el choque es inminente. Se muy bien que estoy perdido, pero yo camino. Y no me voy a detener, porque tus piernas abiertas me gustan demasiado. Y si intento descansar, apretaré los labios con fuerza, tanta como una inmigración de aves que vienen del Este, con mucha fuerza tomaré los muslos de mis piernas y los oprimiré hasta que sangren, El miembro se elevará, se mantendrá duro. Como las noches más excitantes que tuvimos. Matándonos, sacando las bestias más brutales y escondidas de nuestro ser. Sintiendo cómo en cada movimiento las almas chocan Y se excitan. Me tengo que prender otro cigarrillo. Tus senos tan pequeños que siempre tratas de ocultar. Bajo esa remera de rock qué tan bien te queda. Tus piernas flacas, Y tu clítoris infante que lentamente me permite entrar en tu vida. Sólo a una parte. Solo una. Y con eso, mi cuerpo queda satisfecho. Vació, pero apacible. Luego me besas, eso lo recuerdo muy bien. Primero posas tus labios sobre los míos, después sobre mi cuello. Y todo vuelve a comenzar. Hermoso. Ya no puedo caminar más. Me alcanzaras. Y me detendrás en la celda de tu persona. Viviré contigo. A todos lados te llevaré. Porque eres mi recuerdo, mi camino.

2 abr 2006

El hombre de la nada

Recuerdo que un día un hombre, olvidado de adolescencia y de sueños inciertos, caminaba por las calles de Roma. El coliseo era como una pelusa de biblioteca, recuerdos de caminatas de viajes escolares. Con fondos del estado, comía un plato de fideos por día. Fracturas de servicios prestados por necesidad. Un hombre sin rumbo. Un hombre sólo. Su familia había desaparecido. La guerra, se llevó a muchos. Pero en el caso de esté hombre, los derechos civiles sólo cayeron sobre los hombros de su hermano mayor. Philip, rubios (por favor). Trabajaba para unos de los abogados, más reconocidos de la ciudad. Y estaba a punto de comprarse un automóvil. De una marca que prometía muchas comodidades y buen gusto. Ford, creo (Creó). Tenía dos hijos, Johnn y Paúl. Años más tarde, unos hombres con los mismos nombres revolucionarían la música. Pero de los niños (una pitada al tabaco) se perdería el rastro, igual que el de su querida esposa. La hermana, menor del hombre. Después de una discusión y un bolso por llenar. Parecía quedar la tibia despedida, mientras se cerraba la puerta bruscamente. Y su madre, su madre, tan arrugadas eran sus manos sin mantenerlas en el agua, tan tierna su mirada por la mañana, tan frágil como la porcelana, tan débil como el alma, esa era su madre. Y el punto consiguiente no es casualidad. Simpleza solamente. La vida del hombre era muy sencilla, demasiado. Por las mañanas, salía en busca del diario. Caminaba cinco cuadras, aunque tenía un puesto en la esquina de su casa. Le hacía un chascarrillo al señor del kiosco, mientras le compraba cigarrillos, y alguna que otra golosina. Con diario en mano y tabaco en sus bolsillos. El hombre iba hasta un bar en las afueras de Roma. Siempre intentaba recordar como fue la primera vez que llegó hasta aquel lugar, ya que no era nada fácil de encontrar. Sufría de algunos desfasares. Siempre eran los mismos. Había un hombre llamado Fillippo, en el rincón más oscuro del lugar. Tomando whisky. Sólo tomando Whisky. No se conocía mucho de su vida, simplemente se sabía que su mujer lo había abandonado, y desde aquel día, se sentó allí a esperarla. En la otra punta, se sentaba un anciano a tomar café y a fumarse un atado de cigarrillos mientras escribía. El hombre, alguna vez le preguntó sobre sus escritos pero el anciano esquivaba la charla astutamente. Por eso mismo, el hombre lo admiraba. Y el anciano, supongo que también. Una mujer solía frecuentar el lugar por las tardes. Se sentaba hacía la barra y miraba fijamente al hombre (el lugar del hombre). Se tomaba un trago. Y se iba. El hombre solía charlar mucho con la mesera. Le prestaba la sección de espectáculos, y juntos leían, los saludos a ultratumba. En un principio, el hombre se sentía atraído por la muchacha. Pero sabía muy bien que la gestación de un proyecto podía aprisionarlo a la ciudad que lo agobiaba. Al hombre le encantaba hablar sobre su muerte. Anunciaba que la simple ausencia al bar por las mañanas, significaba que su alma se había despegado de su cuerpo. Una vez, una nueva persona abrió la puerta. Era un joven de unos treinta años de edad. Físicamente idéntico al hombre. Se sentó junto a él, y entre cometarios vacíos. Se formó una especie de cordialidad. Después, Fueron varios meses. De charla, de alcoholización, y hasta en alguna oportunidad, de hachis adolescente. El joven, estaba a punto de separarse de su esposa. Comprendía que su futuro era más importante. Y estaba por irse a Inglaterra con un sueldo y un coche, asegurado. Un día (cercano a la fecha despedida) el hombre lo invito a su departamento a leer unas novelas de Kafka, y el joven aceptó. En un ataque de locura. El hombre golpeó fuertemente al joven con el extinguidor, después lo amordazó y ató a la cama. Y con una sonrisa macabra lo miraba desde la ventana. Recuerdo que le dije esto: - Yo sé muy bien que tú no tienes la culpa de nada. Mi vida desde pequeño fue un desastre. Y siento que cada día se derrumba, más. Sabes, que estuve pensando en irme a otro país. Conocer otros lugares. Pero seguiría siendo un hombre sólo, sin nada. Te has fijado en el viejo del bar, siempre escribiendo. Seguramente esta planeando la dominación del mundo. Nada te puede llevar mas trabajo. En un principio, pensaba matarlo a él. Pero no encontraba la forma de hacerlo desaparecer. En cambio usted, me ha servido de mucho. Fue una gran inspiración para mí. Estos meses, fui analizando cada detalle. Y me di cuenta que su viaje de negocios puede ayudarle mucho a mis propósitos. Su esposa, pensará que está de viaje. Aquí guardo una carta escrita con tinta. Rechazando el trabajo de Inglaterra. En síntesis, usted va a desaparecer. Igual que yo. Y ambos, seremos nada. La nada absoluta. Yo moriré para el estado en mi cama incinerado. Y usted, escapara de su esposa y se ira al cielo. Se lo digo porque a mi hermana le sucedió algo parecido. Estoy seguro que alguien la mató, total ella era nada desde muy pequeña. Me abandono y me dejó con mi madre que se estaba por morir. Además, le dije muchas veces a Jaquelin (la mesera) que el día que no vaya al bar por las mañanas, quería decir que estaba muerto. Discúlpeme si tengo que retirarme, pero un vuelo a Sudamérica me espera. Además todavía tengo que mandar su carta y los correos cierran temprano. Le juró que me quedaría con usted, pero ahora usted es yo, y seguro que quiere quedarse sólo en su casa. Con la cama bañada en querosén y con este fósforo prendido. Pero se puede quedarse tranquilo, que algún día alguien sabrá de su historia. La escribiré.

1 mar 2006

Un tal señor Ñ

Un señor al que llamaremos “Ñ” (ya que la “Z” tiene un uso abusivo) paseaba por la estación de primera junta, miraba algunos libros que le interesaban y los que no también. En una de sus revisiones minuciosas, notó que el portero del departamento de enfrente lo señalaba, al grito de “ese joven está maldito”. El señor Ñ no tenía buena audición y creyó escuchar “ese hombre ´ta malito”. En su pensamiento fugaz también supuso que lo confundían con el ex gobernador de la provincia de Tucumán (el cafetero) por su, casi, similar apariencia física. El portero repitió varias veces la feroz frase. Una señora que venia de hacer las compras, miró al señor Ñ y soltó rápidamente todo lo que tenía en las manos. Inclusive la billetera. Tomó su cara con asombro, sostuvo su dentadura y empezó a correr. Abandonando todo. Un joven que pasaba por allí, no perdió de vista las monedas que rodaban por el asfalto. El señor Ñ estaba estupefacto desde la otra vereda, apretaba con fuerza el libro que tenia en la mano (de Bucay o de una autora española). El hombre del local, se acercaba por su espalda, y con un simple movimiento le arrebató el libro y le dijo <>. El dueño del local se fue reprochando, anunciando la quema de los libros que había tocado el señor Ñ. Sin comprender bien la situación, comenzó a caminar hacía el lado de flores. Se tocaba la cara, los brazos, las piernas, los testículos. No había nada irregular. O por lo menos, no lo notaba. Al llegar a la calle Púan una mujer de minifaldas, cortas muy cortas, que forzaba alargar la prenda, con botas que le llegaban a las rodillas. (una puta) le pide fuego. El señor Ñ no fumaba pero curiosamente encontró un encendedor en su bolsillo.
-aquí tiene señorita
-Se puede saber que estas haciendo por acá
-solo camino
-ya no puedes caminar por la calle a éstas horas, hay demasiada luz. No te parece.
-(el señor Ñ sonrió, se acordaba de Drácula y de Leslie Nielsen) el día es hermoso, no hay nubes, hace calor. Y con el mayor de los respetos, ya soy bastante grande para saber lo que puedo, y no puedo hacer.
-esta bien. No te lo dije para que te pongas así. (El señor Ñ sonrojo porque la mujer le clavaba la mirada, mientras el humo del tabaco acariciaba su piel) Sólo lo decía porque hay gente muy malvada por estos lugares.
-gente malvada (que sinónimo, hijos de puta pensaba el señor Ñ)
-aunque no me creas, hay gente que no tiene corazón. Yo en cambio, lo tengo, pero simulo no tenerlo. La mujer le dio la espalda y empezó a caminar. Se iba. Dejando al señor Ñ con la mano sin soltar el encendedor sobre el bolsillo. Quieto. Después de algunos segundos reaccionó, soltó el encendedor y siguió su camino. Que tampoco sabía cual era. Hizo algunos metros, mojo sus labio, y prosiguió. Una dama que paseaba el perro bajó su mirada al verlo pasar, y el señor Ñ estaba seguro que no tenía la culpa del ahorcamiento del perro (la utilización de la palabra “animal” hubiera sido confusa). A tan sólo cien metros más. Una dama, así debe llamárselas, esperaba el colectivo. El señor Ñ estaba atento a la reacción. Y a los pechos grandes de la señorita. La dama lo observó, flexionó su codo, puso la mano contra su pecho y se dio vuelta. Una escena dantesca si no se encontraba la cartera debajo del brazo de la mujer. El señor Ñ siguió caminando, no volvió a fijarse en las respuestas de los demás. Y se fue pensando cual era la atrocidad que veían en su rostro. Su madre siempre le dijo que era el más bello de sus hermanos.
-Quizás (pensaba) tengo una deformidad que no lo he notado nunca. Puede llegar a ser que mi madre me dijera eso, porque sabía lo fuerte que sería darme cuenta por mis propios medios. Lo quiso alivianar pero me parece que se ha equivocado. Como puede ser que causé ese tipo de respuestas en las personas. El panadero del mi barrio, no me mira de esa manera. Aunque él me conoce desde muy chico. Seguro que ya se acostumbró a mi deformidad. Pero “ki-ka” la vecina de enfrente, vive hace cinco años y de vez en cuando me sonríe. Mejor me voy a casa y lo averiguó. El señor Ñ, se tomo el colectivo mas cercano y emprendió viaje. Cien mil fueron las ideas que pasaron por su cabeza. En una de ellas había una reencarnación en juego. En otra, una persona verde que desde su nave espacial, tiraba rayos gama hacía la panza de la madre. Cuando lo fecundaba. Bajó del colectivo, y pisar un charco de la llovizna lo hizo temer. Tenía miedo de lo que se iba a encontrar. Tal vez ya no era el Señor Ñ. Quizás se había convertido en algo monstruoso. Le costó abrir la cerradura de la puerta de su hogar. En tres posibilidades erradas cualquiera sería un temerario más. Una vez que logró entrar a su casa, se abalanzó sobre la puerta. Ya comenzaba a darle topetazos con el hombro mientras giraba la llave. La puerta crujía y se balanceaba, pero el señor Ñ necesitaba una respuesta. Corrió. Paso rápidamente por el living. Llego al baño y se miro en el espejo. Comenzó a respirar fuertemente, hacía mucho que el señor Ñ no hacía ninguna clase de deporte. Empañaba el vidrio una y otra vez. Y la piletilla era el mejor apoyo que tenía. En ningún momento sacó la vista, de su vista. Esbozo una pequeña sonrisa. Y dijo: -ah, cierto. Soy negro.
Se aclara que está redacción es en contra de la discriminación, usando en todo momento el sarcasmo debido a las relaciones sociales actuales.

1 feb 2006

El canibal y la oreja

En algún lugar del mundo en éste momento, alguien se está escarbando la nariz. Seguramente un curioso sonríe, y si éste último, supera los sesenta años de edad la indignación cubre su rostro, mientras gargajea una jalea de melocotón con frutas silvestres ¿Silvestres?¿cuáles son las frutas silvestres? Seguramente no tienen nada que ver con un gato de caricatura. Capaz que sean frutas que mastique todo los días, capaz que sus gusanos estén indignados, capaz que no. Pero eso no importa porque hace un rato (antes de ponerme a escribir) puedo asegurar que me encontré con un caníbal. Era un señor refinado de unos cuarenta años. Tenia puesto una remera de los “Chicago Bulls” que en vez de tener a un búfalo tenia la cara de Michael Jordán. Debajo de su brazo derecho llevaba una cartera de cuero. Clásica. Hombre pasado de años. Anteriormente ahí se guardaba parte del escolazo, la petaca, las cartas, el maquillaje. Tenia una campera de Jean y esperaba el colectivo por la avenida Rivadavia. A mi solamente me acercaba el 96 o el 1; puesto que estaba en la plaza de flores. Recuerdo que solo había salido para mirar caras, y no se como llegue hasta allí, tan solo estaba ¡Y no saben con las caras que me encontré! Había una vieja, cerca de la estación, que tenia una especie de tumor sobre el pabellón auricular ¡era muy impresionante! Porque a pesar de ello no perdía su belleza. Solo era una linda vieja con un tumor en la oreja. Seguro que mientras yo apreciaba a la anticuada, mientras se tomaba un café en la ventanilla de un restaurante, el caníbal simulaba esperar el colectivo. Estaba empezando a hacer frió. Y no tenia abrigo. Entonces me fui a esperar el transporte en la cueva del oso (un oso que no tenia nada que ver con Moris). El señor primero me pido lumbre y yo le respondí: - que cosa papa? Fuego queres decir? - Si fuego –me respondió- Mientras le encendía el cigarrillo, porque no iba a dejar que una persona que me pide lumbre, en vez de fuego, toque mi encendedor. Él se detuvo y me dijo: - cual es tu gracia?? - yo le respondí- bailo tap en las “ancianitas descalzas” - tu nombre quiero decir? –replico- - mi nombre es Eduardo pero los mas cercanos me dicen EDU - bueno EDU (en ese momento quise interrumpirlo, hice un gesto para que se detenga pero me parece que entendió muy bien cual iba a ser mi queja) Bueno, Eduardo. Me atrevo a decirte EDU solamente porque estamos cerca. Solo quería preguntarte si algunas vez probaste el dulce sabor de la carne humana? - No (fue mi respuesta inmediata, proseguí) Aunque pensándolo bien, una vez en cuarto grado le mordí el brazo a una compañerita, y como era muy malo, en vez de devolverle el pedazo preferí tragármelo. ¿eso cuenta? - En realidad no, porque no saboreaste el gusto del pedazo (¡¡epa!! Dije) solo lo tragaste para hacer una maldad. Yo te estoy hablando de placer cuando desgarras a una persona. Arrancándole su carne, y pasando su piel por el paladar. En ese momento, pude haber pensado muchas cosas sobre ese señor, que estaba demente, que intentaba hacerme una broma por el desinterés que demostraba, pero se me ocurrió una idea mejor (además el colectivo estaba cruzando el semáforo). - hay una mujer sentada en la ventanilla del bar de la esquina, que estaría muy interesada en que le muerdan parte de su cuerpo. Además se llevaría muy bien con usted porque tiene una remera de “Tyson”. No es broma. Si usted me cree, le prometo que algún día esta historia llegara a sus oídos. Pero no a los de ella.

1 ene 2006

La ultima mariposa

Semanas sin olfatear tu perfume. Cálida piel de esperanzas por donde se deslizan los sueños de bajos escrúpulos. Sólo te recuerdo, pero ya no te extraño. Solías frecuentar mi cerebelo, allí te ponías a tomar algunas copas de vino. A veces estabas en el tronco cerebral, nadando desnuda, sumergida, con armoniosos movimientos. Y cuando menos me lo esperaba, eras la reina del hemisferio cerebral. Tu sangre azul que golpeaba las paredes de mi pobreza, y tu voz encandilante que sabe llenarse de palabras coherentes. Ambas, eran mi perdición..... ....Desde un principio, supe muy bien en qué juego macabro me estaba metiendo. Pero no hice caso a mi intuición. Preferí arriesgarme. Soñar, amar, jugar. Puede ser que la lejanía del amor en aquel momento, logró condicionar de alguna manera. Aunque ya no me acuerdo de las mariposas de tiempos pasados. ¿cuáles eran sus colores?¿agitaban mucho sus cuerpos?¿hasta que altura podían llegar?¿cuántos ojos tenían en cada ala? La vida es así. Conoces a una mujer, como una oruga en su embrión. Muy tierna a la vista, poética, y cada suave movimiento de su cuerpo ensancha tus ojos. Te deforma. Después, en tu cabeza empieza la transformación, donde la pupa creciente suele quedar envuelta sobre un capullo de seda (pupa quiescente). Muchos somos los reptiles que se quieren endulzar con su sabor. Hasta que despegan sus alas, y te vuelven vulnerable. Y un romántico de las calles olvidadas queda atónito por su belleza ¡ya eres mariposa!¡vuela por mi cuerpo!. Contágiame de tus ojos compuestos, absorbamos juntos el néctar de las flores. Pero cómo todos sabemos, es muy corta la vida de las mariposas. Y solo pueden serlo una vez. Únicas, por supuesto. Pero solo una vez. Después, uno las recuerda como larvas. Dentro de las crisálidas que las envolvía. Ahora, para siempre. Eso eras. Mariposa. Y estoy comenzando a sospechar que mis verbos son correctos. Eras. Dulzura, ternura, pavura, y como escribió un genio, todos los uras que te puedas imaginar. Eso eras en mi cabeza. Y ahora sos mi ultima Mariposa.