Bienvenidos

No soy el músculo, que segundo a segundo, mueve una barra pesadisima para dar un golpe mas violento. No soy el bailarín que con movimientos sutiles, seduce a las muchachas en alguna pista de baile. No soy un mesias, no soy un empresario acorbatado, ni un dictador asesino. Tampoco sé si soy. Solo sé que escribo.

Este soy yo

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Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
De buen porte y correcto. ¡Cuando no digo nada, digo mucho, y cuando digo mucho... digo mucho.

1 feb 2006

El canibal y la oreja

En algún lugar del mundo en éste momento, alguien se está escarbando la nariz. Seguramente un curioso sonríe, y si éste último, supera los sesenta años de edad la indignación cubre su rostro, mientras gargajea una jalea de melocotón con frutas silvestres ¿Silvestres?¿cuáles son las frutas silvestres? Seguramente no tienen nada que ver con un gato de caricatura. Capaz que sean frutas que mastique todo los días, capaz que sus gusanos estén indignados, capaz que no. Pero eso no importa porque hace un rato (antes de ponerme a escribir) puedo asegurar que me encontré con un caníbal. Era un señor refinado de unos cuarenta años. Tenia puesto una remera de los “Chicago Bulls” que en vez de tener a un búfalo tenia la cara de Michael Jordán. Debajo de su brazo derecho llevaba una cartera de cuero. Clásica. Hombre pasado de años. Anteriormente ahí se guardaba parte del escolazo, la petaca, las cartas, el maquillaje. Tenia una campera de Jean y esperaba el colectivo por la avenida Rivadavia. A mi solamente me acercaba el 96 o el 1; puesto que estaba en la plaza de flores. Recuerdo que solo había salido para mirar caras, y no se como llegue hasta allí, tan solo estaba ¡Y no saben con las caras que me encontré! Había una vieja, cerca de la estación, que tenia una especie de tumor sobre el pabellón auricular ¡era muy impresionante! Porque a pesar de ello no perdía su belleza. Solo era una linda vieja con un tumor en la oreja. Seguro que mientras yo apreciaba a la anticuada, mientras se tomaba un café en la ventanilla de un restaurante, el caníbal simulaba esperar el colectivo. Estaba empezando a hacer frió. Y no tenia abrigo. Entonces me fui a esperar el transporte en la cueva del oso (un oso que no tenia nada que ver con Moris). El señor primero me pido lumbre y yo le respondí: - que cosa papa? Fuego queres decir? - Si fuego –me respondió- Mientras le encendía el cigarrillo, porque no iba a dejar que una persona que me pide lumbre, en vez de fuego, toque mi encendedor. Él se detuvo y me dijo: - cual es tu gracia?? - yo le respondí- bailo tap en las “ancianitas descalzas” - tu nombre quiero decir? –replico- - mi nombre es Eduardo pero los mas cercanos me dicen EDU - bueno EDU (en ese momento quise interrumpirlo, hice un gesto para que se detenga pero me parece que entendió muy bien cual iba a ser mi queja) Bueno, Eduardo. Me atrevo a decirte EDU solamente porque estamos cerca. Solo quería preguntarte si algunas vez probaste el dulce sabor de la carne humana? - No (fue mi respuesta inmediata, proseguí) Aunque pensándolo bien, una vez en cuarto grado le mordí el brazo a una compañerita, y como era muy malo, en vez de devolverle el pedazo preferí tragármelo. ¿eso cuenta? - En realidad no, porque no saboreaste el gusto del pedazo (¡¡epa!! Dije) solo lo tragaste para hacer una maldad. Yo te estoy hablando de placer cuando desgarras a una persona. Arrancándole su carne, y pasando su piel por el paladar. En ese momento, pude haber pensado muchas cosas sobre ese señor, que estaba demente, que intentaba hacerme una broma por el desinterés que demostraba, pero se me ocurrió una idea mejor (además el colectivo estaba cruzando el semáforo). - hay una mujer sentada en la ventanilla del bar de la esquina, que estaría muy interesada en que le muerdan parte de su cuerpo. Además se llevaría muy bien con usted porque tiene una remera de “Tyson”. No es broma. Si usted me cree, le prometo que algún día esta historia llegara a sus oídos. Pero no a los de ella.