Bienvenidos

No soy el músculo, que segundo a segundo, mueve una barra pesadisima para dar un golpe mas violento. No soy el bailarín que con movimientos sutiles, seduce a las muchachas en alguna pista de baile. No soy un mesias, no soy un empresario acorbatado, ni un dictador asesino. Tampoco sé si soy. Solo sé que escribo.

Este soy yo

Mi foto
Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
De buen porte y correcto. ¡Cuando no digo nada, digo mucho, y cuando digo mucho... digo mucho.

31 ago 2005

Las gaviotas

En el día de ayer, una imagen paso por mi cabeza. No fueron gorriones, tampoco amapolas. Solo fueron dos pequeñas gaviotas que picotearon mi corazón. De nada sirve contarles nombres y características, pues sólo son dos pequeñas aves que están aprendiendo a volar. Y tampoco me interesa profundizar tanto en los contextos, detalles y demás. Solo me remitiré, a lo profundo, a lo interior, a lo que se lleva dentro de uno. A la memoria y al respeto. Por supuesto que no era la primera vez que tenía está imagen (de gaviotas picoteando un corazón, por si no quedo claro), una vez en un guetto de Buenos Aires, recuerdo haber presenciado una situación que me remontó a las gaviotas. Un hombre de aproximadamente 18 años (vaya curiosidad) ensanchando su estirpe y sus buenos modales, acariciaba a dos señoras (no mucho más grandes que él). Con toda su naturalidad, besaba a una de ellas mientras tocaba el muslo de la otra. Después invertía los roles, besaba a la segunda (por así decirlo) mientras la otra señorita, apreciaba los espectros del lugar. No recuerdo bien como terminó su historia, porque mis copas se acabaron al igual que mi dinero, pero recuerdo haberlo visto al mismo muchacho unos días después, con sus amigos en el mismo bar, solitarios como insectos. En los gestos del joven, y en su postura, se identificaba la ausencia y el vacío interior que lo agobiaba. Recuerdo que sus amigotes se quedaron a brindar y a festejar (vaya a saber que cosa), pero el señor de 18 años prefirió irse temprano. Tanto puedo decir acerca de ésto que no soporto pensar en ese muchacho. Mis gaviotas, estaban dispuestas al vuelo pero no se dieron cuenta que en mi interior, sin dejar de ser un ave, más me interesa mi gallinero. Mis gaviotas ni siquiera tuvieron la nobleza de preguntármelo, de consultarme, si estaba de acuerdo. Solo dieron rienda a la pasión y al desenfreno. Queda muy claro que mis gustos son otros, prefiero almorzar con una gacela y mirarla desde algún balcón. Pero tales cosas, solo suceden en la casa de los humanos, las aves somos diferentes. Queremos volar sin detenernos y ver todo desde el cielo. Haciéndonos la idea que nuestros sueños algún día podrán ser posibles. Sin más nada que agregar sólo les daré una recomendación. A una gacela la puedes elegir sin importar como sea o quien sea. Con las gaviotas es diferente, tómalas o déjalas, nunca te atrevas a elegir entre ellas porque ambas emigraran y te dejaran en tu gallinero. Gritando cada mañana por ellas.

No hay comentarios.: